Día 6: Tblisi

Comenzamos el día paseando por la Ciudad Vieja, la zona más turística (muy muy turística) y pintoresca de la ciudad. En increíble la cantidad de turismo (sobre todo procedente de Rusia) que hay en esta ciudad, prácticamente desconocida para mí hasta hace unos meses. Para llegar a esta zona, cogemos el metro hasta Avlabari y desde allí volvemos a bajar hacia el rio y la zona de Metekhi, desde donde las vistas de la Ciudad Vieja son fantásticas.

Visitamos la iglesia de Metekhi, en un enclave privilegiado sobre el rio Kurá, y desde allí cruzamos el rio por el puente Metekhi hasta la Plaza Meidan, centro neurálgico de la Ciudad Vieja. En esta zona hay muchas cosas que visitar.

Empezamos por ir hacia la parte árabe, donde se encuentra la Mezquita Azul y los característicos baños árabes, de aguas sulfurosas. Son muy llamativas las bóvedas de los baños históricos, con las cubiertas a pie de calle. Aquí los niños trepan por las cúpulas (en mi opinión, dañando el patrimonio, pero eso no parece importar mucho…).

Bajamos al cauce del río, donde podemos jugar a echar hojitas y ramitas al agua. Y seguimos unas pasarelas de madera que se adentran por lo que podríamos llamar un pequeño cañón rocoso (sí, sí, en medio de la ciudad) hasta una cascada. Está totalmente masificado de turistas (bastante irrespetuosos, todo hay que decirlo), hasta el punto de resultar agobiante. Hay incluso personas con animales (monos, loros, etc) para que los turistas se hagan una foto. Un poco triste, la verdad.

Unas escaleras metálicas de caracol llevan desde el fondo del cañón a la parte alta, en la que se encuentran las casas de la ciudad vieja. Por esta zona hay menos gente, y es un placer pasear por las callejuelas, llenas de tiestos con flores, puestecillos de zumos y fruta fresca y casitas de diversos colores con sus balconadas de madera típicas.

Callejeando llegamos de nuevo hasta la Plaza Meidan y bajamos al bazar subterráneo. Lo que pensábamos que iba a ser como un mercadillo lleno de puestos variados, resulta ser una tienda espectacular (para turistas) en un enorme pasaje subterráneo que recorre la plaza de un extremo a otro.

Seguimos paseando hasta la iglesia de Sioni y llegamos hasta la de Anchiskhali, la más antigua de Tblisi. Estas calles, orientadas hacia el norte desde la ciudad vieja, están llenas de terrazas, bares y restaurantes.

Paramos a comer en el restaurante Pavillion, muy bonito y totalmente recomendable. La gastronomía de Georgia merece un capítulo aparte. Aquí podemos degustar el típico khachapuri (una especie de pizza de queso, cerrada por los bordes y con un huevo encima) y los khinkhali, los dumplings georgianos, que pueden estar rellenos de carne, de queso, de verduras… Todo buenísimo. Comimos fenomenal, a un precio estupendo.

Seguimos callejeando, en dirección norte, pasamos por el Teatro de Marionetas, con su característica torre retorcida, y volvemos sobre nuestros pasos para cruzar el rio hacia la orilla derecha por el Puente de la Paz, hasta el Parque Rike. Hacemos una paradita para descansar, mientras los niños juegan en el único parque infantil que hemos visto por la ciudad.

El cielo está encapotadísimo y amenaza con caer un buen chaparrón, pero nos la vamos a jugar. Nos dirigimos a coger el teleférico hasta la Fortaleza Narikala. La estación del teleférico está en el extremo sur del parque. Hay bastante cola y nos toca esperar un rato; un músico callejero anima la espera con su guitarra.

La subida en el teleférico es muy breve y un poco apretada, pero divertida. Arriba llegamos hasta los pies de la Madre Georgia, una impresionante estatua que corona la ciudad, muy similar a la Madre Patria de Ereván.

La fortaleza de Narikala en realidad no se puede visitar, pero la gente se salta las vallas de protección y suben por las ruinas para hacerse el inevitable selfie. A cosas como ésta me refiero cuando hablo de que el turismo aquí es muy poco respetuoso.

Al lado está la entrada al Jardín Botánico, que sin duda debe de ser impresionante. Nosotros no vamos a hacer esta visita; estamos en modo más urbano y preferimos seguir descubriendo esta ciudad maravillosa.

Para bajar hacia el centro, hacemos el descenso por unas estrechas escaleras que nos llevan hacia el barrio de Betlehemi. Aquí se respira una gran tranquilidad, que contrasta con el bullicio de las zonas más turísticas. Es un barrio muy bonito: antiguo, un tanto deteriorado, pero, aunque parezca una contradicción, muy cuidado.

Visitamos la iglesia y deambulamos por las calles hasta el punto de que nos llegamos a desorientar. Acabamos en una zona, entre Betlehemi y la calle Abkhazi, en la que todo, absolutamente todo, está en obras. Sólo las fachadas (preciosas, con sus grandes balconadas que tanto me gustan) de los edificios están de pie. Hay un proceso integral de rehabilitación de la zona. El movimiento de trabajadores es constante y parece que en poco tiempo esta zona se va a revalorizar mucho.

Ya en la calle Abkhazi, con sus restaurantes de todo tipo de cocinas del mundo y su comercio de barrio multicultural, buscamos donde tomar algo. Después de un buen helado, llegamos hasta Liberty Square y allí, en un lateral de la plaza, nos adentramos en la calle Galaktion Tabidze, donde hay muchos bares, restaurantes y tienditas “hípster”.

Nos sentamos a tomar algo en la Cervecería 9MTA. Y después de terracear, nos vamos de vuelta al apartamento a cenar y a dormir.