Día 5: Tblisi
No sé si serán las tres o las cuatro de la madrugada cuando el revisor nos despierta: nos acercamos al primer control de aduanas: la salida de Armenia. El policía armenio, con su uniforme militar, chequea nuestros pasaportes en el propio compartimento y nos pone el sello de salida.

Avanzamos otro poco y llegamos al control fronterizo de Georgia. Aquí directamente la policía recoge los pasaportes y se los lleva. En otros compartimentos se nota que hacen un control de equipaje más exhaustivo. A nosotros no nos revisan nada. Pasado un rato nos devuelven el pasaporte. Y podemos seguir durmiendo un poco más. Los niños no se han enterado de nada, durmiendo felices ajenos a cualquier frontera política.
El revisor nos vuelve a despertar cuando faltan 20 minutos para llegar a Tblisi.

Nuestra idea es desayunar lo primero, pero no nos acaban de convencer los sitios que vemos en la estación, así que cogemos un taxi al apartamento que hemos reservado por Booking. Como es muy temprano, no podemos recoger la llave aún, pero sí dejar las maletas. Cogemos el metro, que está muy cerca y allí una amable policía nos comenta cómo comprar los billetes y qué parada es la que más nos conviene para iniciar la exploración de la ciudad: Aulabari.

Ya en lo que podríamos considerar “el centro” entramos en un restaurante con pinta bastante internacional y damos cuenta de un buen desayuno. Y con el estómago lleno, empezamos a callejear con destino a la Catedral Sameba. La vida de barrio de las calles es muy vibrante, con pequeños comercios en los bajos de las casas donde se vende de todo. Sin duda lo que más me gusta de visitar una ciudad nueva es callejear y disfrutar de su atmósfera.

La catedral, de nueva construcción, es un amplio edificio en lo alto de una loma, con estupendas vistas sobre la ciudad. Es de tipo ortodoxo, con sus icónicos frescos que aún están terminando.

Dejamos la catedral y vamos bajando hacia el rio por las pintorescas calles de la zona, con sus pequeñas tiendas y casas antiguas en desigual estado de conservación. Pasamos al lado de la Casa del Presidente y de ahí, al rio, que cruzamos por el puente Nikoloz Baratashvili. Este puente se puede cruzar por arriba, donde hay muchas esculturas mirando por la barandilla, o por debajo, donde, el día que nosotros estuvimos, había una exposición fotográfica.

Estamos un poco cansados, ya que la noche fue un poco “movida” y lo que queremos ahora es localizar una estación de metro para volver al apartamento, poder entrar y acomodarnos en él. Cruzado el rio, dejamos a la izquierda lo que sería la Ciudad Vieja y llegamos hasta Liberty Square, donde podemos coger el metro hasta la estación del alojamiento.

Tomada ya posesión del alojamiento, volvemos a la calle y al metro, esta vez con destino a Rustaveli, la calle principal de Tblisi (lo que la Castellana es a Madrid, Rustaveli es a Tblisi). En la plaza Rustaveli localizamos un McDonalds y les damos el gusto a los peques, que se están portando fenomenal y se lo han ganado. Los precios son ridículos. Después de comer comenzamos a bajar la calle, pasando por edificios emblemáticos, como el Teatro Rustaveli, el Ministerio de Justicia, la Ópera…

Hacemos una parada en el Zurab Tsereteli Museum of Modern Art, donde vemos una exposición de pintura bastante olvidable. El edificio del museo merece la pena (tiene un patio con un restaurante la mar de coqueto).

Seguimos el paseo y hacemos una parada en el Parque 9 de abril, para que los peques desfoguen un poco. Mientras ellos juegan, mi marido aprovecha para entrar en el Georgian National Museum, donde hay una exposición de Chirico. Pasamos también por la iglesia de San Jorge, en el extremo del parque, y vemos sus bonitos frescos con imágenes del santo.

Y finalmente llegamos de nuevo hasta Liberty Square, donde hacemos compra en un supermercado que hay dentro de un centro comercial (un supermercado muy gourmet, todo hay que decirlo) y, aunque no es tarde, estamos cansados, así que aprovechamos el metro y emprendemos el regreso a casa. Todos nos hemos ganado un buen descanso.