Día 3: Geghard y Garni
Hoy hemos contratado un tour con una agencia local. Nos han recomendado que no alquilemos coche, ya que entre el idioma y la “curiosa” manera de conducir de los locales, la experiencia puede ser un poco estresante. Así que, a través de internet, contratamos una excursión de día completo: un coche con conductor que nos va a llevar a algunos puntos de interés, no demasiado lejos de Ereván, ya que no tenemos muchas ganas de pasar muchas horas en carretera. Lo cierto es que Ereván es una buena base para hacer excursiones de un día, ya que, al no ser Armenia un país muy grande, muchos lugares importantes se pueden visitar yendo y volviendo en el día.
Como nosotros no tenemos muchas ganas de coche, hemos optado por visitar puntos cercanos. La agencia con la que contratamos la excursión es One Way Tour, y el viaje incluye las siguientes paradas: Arco de Charentes, Monasterio de Geghard, Garni y lo que llaman el “Sinfony of Stones”.

A las 10H nos recoge el coche (con gran alivio, veo que trae sillitas para los niños, como habíamos solicitado). La primera parada es el Arco de Charentes, un mirador a un lado de la carretera, desde el que se tiene una bonita vista de Ereván, con el monte Ararat de fondo. No da para mucho más así que seguimos ruta.

La siguiente parada es el Monasterio de Geghard, Patrimonio de la Humanidad. Es una construcción de origen medieval, enclavada en las montañas y parcialmente excavada en la roca. Este espectacular monasterio es una muestra de la arquitectura religiosa armenia, fundamental en su fisonomía como país y en su historia. Su origen data del S. IV, aunque la iglesia principal comenzó a construirse en el 1215. Fue famoso por las reliquias que albergaba, entre ellas la lanza que hirió a Cristo en la cruz (ahora se conserva en el tesoro de Echmiadzin, una localidad muy próxima a Ereván que nosotros no vamos a visitar).

Se caracteriza también por los numerosos jachkares o piedras conmemorativas labradas típicas de Armenia. Estas piedras, que aquí son evidentemente antiguas, también se siguen haciendo hoy en día y se encuentran por todas partes.

El monasterio, oscurísimo debido a la negrura de la piedra (en parte, supongo, por el humo de las velas de su interior) y a las escasas entradas de luz que tiene, transmite sin duda una atmósfera ancestral que no puede dejar indiferente.

Paseando por los alrededores del monasterio llegamos a un pequeño puente (en no muy buen estado, todo hay que decirlo) sobre un pequeño rio. Al cruzarlo nos encontramos pequeños pañuelos, lazos o trozos de tela engarzados a las ramas de los árboles. Hay cientos de ellos. Parecen “prendas” que hayan dejado los creyentes como ofrenda o petición. Resulta curioso y a la vez un poco chocante.

Continuamos camino y la siguiente parada nos lleva hasta Garni, donde podemos encontrar un templo pagano anterior al cristianismo: el único templo clásico que se conserva en Armenia y en todo el Cáucaso. El templo está muy reconstruido, pero aun así impresiona verlo, coronando las montañas, tan diferente al resto de monumentos o construcciones que vas a ver en el resto del país. Su estilo arquitectónico nos traslada al mundo clásico, poniendo de manifiesto esa influencia común con parte del resto de Europa.

Es una de las atracciones turísticas más importantes del país, y se nota por la afluencia de visitantes que hay. Los autobuses y vehículos turísticos compiten por hacerse un hueco en el precario apartamento. Y las calles colindantes están repletas de tiendas de souvenirs, restaurantes (muy bien puestos, por cierto), puestecillos de fruta, de dulces, etc.

Aprovechamos la parada en Garni para visitar un horno en el que elaboran el pan tradicional, que ya he mencionado previamente, el lavash. Aunque sin duda éste horno está muy orientado a las visitas turísticas, es muy curioso ver cómo se elabora el pan: la masa se extiende muy fina sobre una especie de almohada dura y, para su cocción, se adhiere a las paredes de un horno cilíndrico cuya apertura se encuentra en el mismo suelo. Como la masa es tan sumamente fina, rápidamente se hace y se saca listo para comer. No me cansaré de decir que está buenísimo.

La última parada de nuestro tour es el cañón de Garni, caracterizado por las columnas de basalto que confirman sus altas paredes. El coche nos deja en lo alto de una carretera de grava que baja hasta el cañón. He de decir que, entre el calor que hace, y las obras (con sus camiones levantando polvo) que hay en la carretera, la bajada al cañón (y posterior subida después, claro) no es muy memorable que digamos. Una vez que llegamos al cauce del rio Azat (creo) lo vamos bordeando hasta que llegamos a los pies de las impresionantes columnas basálticas. El calor es bastante sofocante y se nos hace un poco pesado el tramo final.
Ya nos queda la vuelta a Ereván. El tráfico de entrada en la ciudad es atroz y estamos casi una hora atascadísimos, hasta que podemos llegar a casa. Son más de las tres y no hemos comido, pero tampoco tenemos ganas de salir a comer, así que nos hacemos una buena ensalada y listos.

Por la tarde, después de descansar un rato, salimos a dar un paseo por Ereván. Nos acercamos de nuevo a la zona de la Cascada, donde el día anterior nos comentaron en el puesto de Información Turística que hoy había una exhibición de bailes tradicionales. De los bailes, ni rastro. Seguimos paseo y resulta que en la Plaza de la Ópera sí ha habido una exhibición de baile que, cuando llegamos, ya ha acabado. Lo curioso es que, de forma totalmente improvisada, la gente de la calle (y hablo de muuuchas personas) se junta en grandes corros y comienzan a cantar y a bailar. Jóvenes, mayores, niños… Así que nos hemos perdido la exhibición, pero, mientras atardece, podemos disfrutar del baile popular más auténtico.
Para terminar el día queremos ir a ver el espectáculo de la fuente de la Plaza de la República (me pirran los espectáculos de fuentes), pero la climatología decide ponerse en nuestra contra y cuando estamos ya muy cerca de la plaza, comienza a caer una tromba de agua impresionante, de esas que ni con paraguas ni con nada. Nos refugiamos en una pizzería en la Nothern Ave. Y aprovechamos para comprar la cena: 12€ cuatro pizzas familiares, en la zona más cara de Ereván. Las pizzas, al estilo armenio, están bastante buenas.