Día 1: Vuelo a Ereván

Desde España no hay vuelos directos a Armenia, así que, aunque en la práctica no salimos de Europa, el viaje, con escala, dura entre nueve y diez horas. El avión sale por la tarde, con los que llegaremos a Ereván hasta la madrugada del día siguiente. Es un tirón largo para los peques, pero la emoción del viaje y los entretenimientos varios que hemos preparado para el avión nos ayudan a todos a sobrellevarlo más o menos bien.
Día 2: Ereván
Aterrizamos a las 5am hora local. Nos alojamos en casa de unos familiares que viven allí y que tienen el detallazo de recogernos en el aeropuerto, a pesar de la hora. Aunque nos hemos alojado en una casa particular, en general el alojamiento en Ereván es bastante económico. Se nota aún la falta de desarrollo turístico en este apartado, pero es fácil encontrar alojamiento a través de los portales habituales de internet.

La cuestión del tráfico es tema a parte. Es bastante caótico en general y la legislación de seguridad de los vehículos (cinturones en la parte trasera, sillas para niños, etc) parece bastante laxa. En cualquier caso, si se está dispuesto a soportar los increíbles atascos, se puede circular en taxi sin problema y Ereván cuenta con metro para llegar a los principales puntos de interés (no al aeropuerto).
Después de dormir unas horitas, a media mañana nos empezamos a poner en marcha: estamos deseando salir a pasear por la ciudad.

Lo que llamaríamos el “centro urbano” de Erevan no es muy grande y se puede recorrer a pie sin problema. Comenzamos el paseo visitando el Vernisagge, un fantástico mercadillo al aire libre con todo tipo de productos de artesanía, ropa, recuerdos comunistas, alfombras o incluso armamento militar. Se distribuye a lo largo de los bulevares de la calle Buzand, presididos en un extremo por la estatua ecuestre de Vardan Manikodyan, y en el otro por el Museo de Historia de Armenia.

Es curioso cómo un mercadillo puede manifestar las diferencias culturales entre distintos países de una manera tan relevante. El pasado comunista de Armenia está muy presente y su fuerte condición religiosa también.
La artesanía en general es preciosa y allá donde mires ves representaciones de granadas, el símbolo del país, ya sea en forma de colgante, cerámica o cuadros. Las alfombras y el ajedrez también destacan en muchos puestos. Hoy es domingo, el día en el que el mercadillo cobra más vida, aunque por lo visto es tan popular que hay puestos abiertos todos los días de la semana.

Seguimos el paseo (no sin haber comprado algún caprichito para los peques – pronto empezamos) por la avenida Nalbandyan, pasando por la Plaza de la República. Nalbandya es una avenida amplia, moderna, llena de tiendas de moda, galerías de arte y restaurantes muy bien puestos. Por una bocacalle a la izquierda llegamos a la calle Abovyan, muy similar a la que acabamos de dejar atrás.

Para comer, entramos en un restaurante cuyo acceso está al fondo de una tienda de artesanía, Dalan, en Abovyan 12. En un amplio patio interior, lleno de vegetación (e incluso un huerto y un palomar), encontramos un encantador café-restaurante al aire libre, muy acogedor, ideal para los niños, donde entramos en contacto por primera vez con la gastronomía local. No me pidáis que recuerde el nombre de los platos que comimos, que el armenio es un idioma muy complicado, pero puedo hacer una breve descripción: una variedad de embutidos, carnes a la barbacoa, alubias con yogurt, arroz con verduras muy sazonado… en general todo bastante rico y a un precio inmejorable. Para mí, lo más espectacular de la gastronomía armenia es el Lavash, un pan finito, finito y muy rico.

Terminamos de comer (nos lo tomamos con tranquilidad) y seguimos calle arriba hasta la plaza Charles Aznavour, dedicada al famoso cantante franco-armenio, donde una enorme araña metálica (me recuerda a las esculturas de Louis Burgeois) del escultor armenio Ara Alekian nos recibe. Allí se encuentra el histórico Cine Moscú, construido en los años 30 del siglo pasado en el emplazamiento de una iglesia, demolida por las autoridades soviéticas.

Seguimos ruta hacia Nothern Av., una amplia avenida peatonal, muy moderna, bordeada por tiendas de lujo y donde se encuentran los apartamentos y pisos más caros de toda la ciudad (vamos, lo que podría llamarse la “milla de oro” de Ereván). Aprovechamos para tomarnos un helado, a costa de la ropa limpia. Y llegamos a la Plaza de la Libertad, donde se encuentra el edificio de la Ópera de Ereván.

La rodeamos, para seguir hacia delante por la calle Tamanyan, un bulevard lleno de cafés y restaurantes, que comienza con la estatua de Alexander Tamanyan y culmina con lo que se ha convertido en el símbolo de la Ereván moderna: la Cascada. Podríamos decir que el boulevard es como un museo al aire libre, ya que está bordeado por esculturas de artistas más que consagrados, como Botero entre otros.

El complejo de la Cascada es una impresionante construcción, que alberga el museo Cafesjian Center for the Arts, y que tanto en su interior como en su exterior alberga una fantástica colección de arte.

La cascada en una estructura piramidal, con terrazas a diferentes alturas, a las que se puede subir bien por una escalinata exterior, bien por escaleras mecánicas interiores. Se diría que es una gran fuente, pero. Al menos mientras estamos nosotros allí, agua no echa. Es, sin duda, visita imprescindible en Ereván. Merece la pena subir tanto por fuera, como por dentro para visitar el museo (gratuito).

Ya arriba del complejo, se puede seguir subiendo por lo que podríamos llamar un descampado, hasta el obelisco (Memorial of the 50th Anniversary of Soviet Armenia) que corona la ciudad, desde el que se tienen las vistas más impresionantes, con el Monte Ararat al fondo.

El cansancio empieza a hacer mella, y más en los peques, que no han dormido demasiado y han aguantado el paseo como unos campeones. Tras la bajada del Obelisco y casi a los pies del boulevard hay una pequeña zona de atracciones infantiles, Zazaland, donde dejamos que los peques se diviertan un rato montándose en algunas atracciones. Qué decir que la diferencia de precio con respecto a España es considerable, así que no nos duele demasiado el bolsillo.

Para volver al alojamiento optamos por coger un taxi. Toca cenita y descanso.