Nos hemos acercado al barrio madrileño de Usera a compartir con los vecinos las celebraciones de la entrada en el Nuevo Año Chino: acaba de comenzar el Año del Perro de Tierra.
Muchas eran las actividades organizadas entorno a las celebraciones: talleres (infantiles y de adultos), artes marciales, exhibiciones, rutas gastronómicas, karaoke… Como no era un plan muy meditado, cuando intentamos inscribir a los peques en alguna de las actividades nos encontramos que estaban todas completas.
Fuimos hasta Usera en coche alrededor del mediodía y, no os vamos a engañar, tuvimos que dar muuuuchas vueltas antes de encontrar aparcamiento.
El ambiente era estupendo: se notaba que la gente del barrio estaba muy inmersa en las celebraciones y que había muchos visitantes curiosos que querían disfrutar de las promesas de color y exotismo. El corazón de la Fiesta es la explanada delante de la Junta de Distrito de Usera: una carpa con un escenario para actuaciones (nosotros pudimos ver de refilón una de exhibición de baile típico) y otra carpa en la que se encontraba el llamémoslo “mercadillo tradicional”.
A las 13h, cuando llegamos, las colas eran inmensas para todo: para acceder a la carpa del mercadillo, para pasar por la caseta de información… Allí recogimos el programa, un pasaporte gastronómico con recomendaciones para comer (al visitar cada establecimiento recomendado te sellaban el pasaporte) y una simpática máscara de cartulina con forma de perro para los peques (por supuesto, encantados). Dimos media vuelta, para que los niños disfrutaran del ambiente y de las lámparas de ositos pandas iluminadas que adornaban la calle y al poco decidimos irnos a comer.
Como presuponíamos que los locales recomendados en el pasaporte estarían hasta arriba, optamos por un restaurante chino fuera de la “ruta”, escogido al azar, y allí entramos. El elegido fue el Restaurante Huo Guo (calle Dolores Barranco, 52) que, según indicaba en la puerta, tenía un buffet de Hot Pot por 15€ por persona. Un local grande, con mesas amplias, en el centro de cada cual se encontraba el hueco con la placa eléctrica en la que se metía un recipiente lleno de caldo (picante o no) a hervir.
Los camareros apenas hablaban español y el funcionamiento del buffet era un poco confuso, pero una clienta china nos explicó todo el proceso perfectamente e incluso nos hizo sugerencias en canto a qué pedir. Finas láminas de carne de ternera, de cordero, verduras variadas, brochetas de albóndigas, salchichas (que fue lo que comieron los peques), marisco, casquería (con ésta no nos atrevimos)… Todo te lo traen crudo en pequeñas bandejas para que lo cocines tú mismo en el caldo hirviente del centro de la mesa.
Puede parecer peligroso para los niños, pero lo cierto es que la mesa es grande y con un poco de cuidad los niños no se acercan al agua caliente. Resultado: disfrutamos de auténtica comida china, asequible a nuestro paladar, por un precio más que razonable.
Tras la comida volvimos a la plaza principal, y, no sin hacer un rato de cola, entramos en la carpa de la “Feria”. No puedo negar que me decepcionó un poco: esperaba puestecillos de artesanía tradicional y nos encontramos con puestos de los comercios más importantes del barrio (aseguradoras chinas, agencias matrimoniales, inmobiliarias…) atrezadas con productos típicos chinos a la venta. También había algún puesto de recaudando fondos para fines solidarios y algunos (pocos) artesanos haciendo caligrafía. Pero si hablamos de la experiencia de los peques, es completamente distinta: a ellos les dieron globos, caramelos, bombones, les dejaron pintar con tinta china (milagro que no se pusieran perdidos)… Vamos, que disfrutaron de lo lindo.
Al terminar, echamos un rato en un estupendo parque infantil a escasos metros.
Ese día no había pasacalles, que supongo que será muy vistoso, pero había una Ceremonia de Farolillos Flotante en el parque de Pradolongo, y allí fuimos para acabar la tarde. Muchísima gente se concentraba en torno al lago del parque y algunos llevaban farolillos blancos de papel que encendían y echaban al agua. Aún era de día, hacía frío y parecía que la ceremonia iba para largo, así que viendo, que los peques estaban ya cansados, optamos por volver a casa antes de que anocheciera, momento en el que con toda seguridad la Ceremonia de los Farolillos luciría espectacular.
Conclusión: pasamos un día divertido, diferente, tomando contacto con una cultura ancestral en el corazón de Madrid.